Friday, April 22, 2011

La azafata radioactiva


Lapislászuli trabajaba para un gran compañía aérea made in Japan.

Volaba de aquí para allá, tenía dos pares de uniformes austeros 70% poliéster made in Pakistan, alas de vuelo made in china y una basta colección de maletas todo-terreno que parecían haber sobrevivido tres guerras mundiales (made in Portugal). Molaba ser azafata. Molaba tener el facebook relleno de guiris, fotos de lugares innombrables y twittear cada 10 días "estoy en las nubes". Los pasajeros se hacían fotos con ella, siempre sorprendía a su novio sedentario con los souvenirs más cool y disfrutaba de más días libres que el resto de los mortales.

Laspislászuli era feliz y la Jackass Airlines tenía tanta reputación como la Nasa. Así que cuando superó el training digno de los mismos comandos especiales estadounidenses sintió que formaba parte de toda una élite suprahumana e interespacial. Los nipones pueden ser xenófobos y sexistas pero son buena gente y muy educados.

"Hay que ir al templo y dar gracias a Buddy Buda por tener un trabajo tan glamouroso, Lapis San", le susurró una vez su compañera Momoko al tiempo que sorbía una sopa de miso en stereo dolby surround.

Trabajar en esta compañía supone ir a los hoteles más divertidos del continente asiático que difícilmente encuentras reseñados en la Lonely Planet. Uno de ellos es el Marrodo, emplazamiento de tres estrellazos bajo cero donde las sábanas de lija rasuran cada noche con éxito las piernas de las azafatas y los espíritus merodean las cercanías de una habitación sellada a cal y canto. Qué feliz es Lapislászuli y que realizada se siente cada vez que su jefe le reprime no llevar el diámetro adecuado de pendientes de perla y ofender con su ostentosidad faraónica a los pasajeros. Porque para un japonés lo de " el cliente siempre tiene la razón" se lleva a extremos insospechados, tanto que...

-Lapislászuli: "Disculpe señor Miyagui, pero está orinando en el microondas... El lavabo está un par de metros más adelante"
-Pasajero (meando): "Cartel no estar en japonés. Tu ser ineficiente por no estar aquí para indicarme el camino.."
-Lapislászuli: "Pero señor..."
-Pasajero: "Llamar superior! No quiero hablar contigo, llamar superior!"
-Lapislászuli: "Tiene razón, méase donde quiera... si quiere que se la sacuda estaré en la cabina de los pilotos fustigándome con estrellas ninja..."

Qué feliz es toda la tripulación europea cada vez que deben arrodillarse ante los pasajeros para pedir perdón por derramar algo de té o responder con alevosía o cuando sus dos minutos de defecación controlada se ven interrumpidos por sus superiores. Pero la felicidad es efímera como un pajarito de origami haciéndose el machote con las cerillas . Repentinamente al tren de vida de Lapislászuli le llegó la bajada del Dragon Khan y todo empezó a desvirtuarse. Se suprimieron vuelos, escalas, privilegios y ceros en la nómina. Y a eso se sucedió un doble salto mortal con tirabuzón: pasó todo lo que se temía-podría e imaginaría dejando con el culo al aire a los prodigios de las estadísticas. La tierra y el mar se pusieron a jugar a los bolos y a soltarle una buena tunda de shakes a la isla bonita de Japón. Y como cherry on top Lady Fukushima se dió a conocer al mundo como estrella del Pop Nuclear... Las plagas de la Biblia se quedaron en simples cuentos de aficionados.

Cuando todas las compañías aéreas empezaron a volar al sur en vez de a Tokyo, la Jackass Airlines seguía sin modificar su ruta. "No pasa nada", dijeron y todos la creyeron.
Cuando a Lapislászuli le salió un tercer ojo y su cuerpo empezó a fabricar melanina verde, la Jackass Airlines dijo "no pasa nada" y todos la creyeron.
Cuando la tripulación se convirtió en un desfile de mutantes poliédricos y los uniformes se descosían a falta de más mangas o perneras, la Jackass Airlines dijo "no pasa nada" y todos la creyeron.
Cuando Lapislászuli se convirtió en sindicalista para luchar por los derechos de Azafatos y Azafatas mutantes y sólo le hizo caso un pedazo de sashimi que pasaba por allí....Entonces...

Entonces fue así como la azafata radioactiva, hartita del jet lag y de la sumisión programada, decidió colgar los hábitos, el chaleco salvavidas y vender las maletas al "Cash Converters". Seguidamente se montó un chiringuito de mojijtos radioactivos en otra isla donde estaba de moda la energía eólica.

Nadie se iba a molestar cuando publicara sus memorias-manga, "La tripulante de vuelo contaminada que no amaba a las nucleares asesinas", al fin y al cabo "no pasaba nada".