Tuesday, July 12, 2011

Mamá, quiero ser travesti



En algún rincón de Afganistán, tras una puerta gruyère tuneada de termitas, se puede encontrar el camerino de Sabrina, la estrella más famosa del vodevil afgano. El día que repartían reencarnaciones, llegó tarde y borracha así que tuvo la mala suerte de nacer travesti y en Kabul City, ciudad sin ley. A Chuck Norris se le ocurrió una vez ir ahí de vacaciones. Cuando llegó, se le cayó la barba y se hizo caca en los Levi’s: desde entonces su silueta forma parte del escudo de la ciudad.
Sabrina, después de maquillarse con harina y plastidecors, se rellena los sujetadores con los calcetines que le regaló un soldado de Alabama y en estos un bordado grita: “In God we trust”. “Calcetines con sarcasmo”, dice él. Su madre, que reutiliza el Corega para pegarse el burka al cogote y que no le vuele los días de viento, le tocó la cresta y encima del “God” cosió un “Alá” en punto de cruz. ”. Sabrina, la del chichi-pupurina, es tan famosa que logró grabar un single:

“ Qué asco, yo quería ser Concha Velasco!”, tan mitómana ella. De pequeño, su querido padre, a parte de no darle ColaCao, le quiso cortar el prepucio por levantar demasiado el meñique y mirar culos en la mezquita. El patriarca, avergonzado, acudía todas las tardes a “Homófobos Anónimos” a superar su desdicha: “Me llamo Abdul y mi hijo es sarasa”. Luego todos se daban de golpes en la cabeza, se rociaban el gaznate con whisky escocés 0’0 y acababan masturbándose mirando pelis de Sandokan a falta de las de Emmanuelle.
En Camboya, si pagas 40 dólares te prestan una AK-47 para acribillar a una vaca, después te puedes refrescar la conciencia con una Angkor Beer de medio litro. En Kabul, si te cargas a un travesti, te dan pase vip para el paraíso y tres vírgenes extra-lujuriosas de regalo con el pack de 72. Así que a Sabrina ya le gustaría tener las tetas de su homóloga italiana y largarse cagando leches del infierno.
Un día, una familia de charcuteros que se deshacía de su primogénita casándola con una momia de 85 años, la contrató para animar el bodorrio. Sabri, al que le quedaba poca pasta para poderse comprar un pasaporte falso a nombre de Barbra Streisand, decidió aceptar el bolo, aún a sabiendas de que podría acabar cercenado como una barra de mortadela. Se acicaló una camiseta de las Spice Girls, una falda del Primark y, haciendo gala de sus mejores playbacks, bailó hasta el éxtasis. Incluso la novia abandonó su cara de desgraciada por unos instantes y acabó aplaudiendo, hasta que el padrino le pegó un guantazo por escandalosa. Cuando los charcuteros, afilando los serruchos, se disponían a recrear una escena de “Delicatessen”, Sabrina le dio al play para el último número. Y al ritmo de “Boys, Boys”, mientras la familia Addams se descolocaba con el bunga-bunga de sus calcetines, agarró a la novia por los pelos y echó a correr una buena maratón. Tras kilómetros de polvoriento desierto y campos de hachís, Sabrina y la novia liberada consiguieron escapar de una muerte segura. La misma que le espera a cualquier mujer o travesti valiente en Kabul City, ciudad sin ley.

1 comment:

  1. Viva los travestidos! Me mola tu cuento, es superbien!

    ReplyDelete