Háblame de ti, dame una historia, una anécdota, una pesadilla, un feliz souvenir...cuéntame que yo cocino y te preparo un snack donde tu eres el
prota.
Lo dicho: Cuentos Personalizados !!!
WANNABE SANTA!
Lo dicho: Cuentos Personalizados !!!
WANNABE SANTA!
Belugo, en su decimosexta
reencarnación, fue a parar a la unidad de bebés prematuros. Justo antes había consumido tres años como
chinchilla diabética en una granja Amish de Pensilvania. Pero ahora era un
bebé: Beee,biii,booo,buaaaaa!!! Un generador de fluídos de quilo y doscientos
gramos, “una rana rosa, he parido una rana rosa”- balbuceó su madre antes del soponcio.
Cierto fue que hubo más placenta que niño y que la estampa de Belugo con ese
aspecto de alienígena secundario de la Guerra de las Galaxias no era muy enternecedora.
Pero después de muchas vueltas volvía a
ser humano y eso le hacía feliz. Sus
padres lo recogieron del
hospital a los dos meses, después de una intensa terapia en Despegados
Anónimos. Allí acudían Padres Sin Apego al Retoño y con tendencias escapistas:
“Hola, buenas tardes, me llamo Manoli y soy una despegada – se presentó así su
madre el primer día- Mi marido y yo compramos unos billetes al Yemen .
Pensamos que allí no nos encontrarían los del Hospital y nos darían por
secuestrados-torturados-desmembrados por Alqaeda… “Ohhh, ahhh”-asintieron los
demás Despegados reconociéndose en el perfil de padres desalmados . Después de
muchas sesiones acurrucando Pocoyós y berreando cánticos gospel al estilo
“Tengo un retoño horroroso pero lo querré o me arderán los genitales en el
infierno” Manoli y Merosio se sintieron preparados. Preparados para convertir el cuarto de la lavadora en
“habitación de la rana …” -“del niño, Manoli, del niño”. A Manoli le
costaba. Quizás por eso Belugo creció en una realidad paralela a la de sus
padres. Quizás por eso, una tarde volviendo de ballet, un almanaque de santas hizo puenting desde un
balcón y aterrizó en sus manitas
abriéndose ante sus ojos un mundo de señoritas de ojos entornados y felicidad
orgásmica. Quizás así fue como decidió que quería ser Santa. Santa intocacle,
incorrupta, bendecida para siempre en el Reino de los Cielos, rodeada de
querubines ligeros de ropa y formando parte de la hermandad de las populares, con el hijo del carpintero chuleándola
forever and ever. Sí: así sería. Así que en su proceso de metamorfosis,
llegadas las fiestas navideñas sentía que se moría: “Este año me muero, os lo
juro que me muero!”- entonaba entusiasmado a ritmo de copla mientras se imaginaba la plaza de San Pedro abarrotada y al Papa colgando la banda de Miss Santa a su retrato.
“Belugo, no digas sandeces!”
“Que sí mama, mira que ya me salen los
estigmas!”- y remangándose la sudadera de las Spice señalaba con euforia dos picaduras de mosquito-tigretón. Las manos huesudas y antimaternales de Manoli
se aferraban a un rachola de turrón. Con ese mazacote almendrado hubiera
golpeado a Belugo y se hubiera acabado esa pesadilla católica que ella, como
buena progre despegada, no estaba dispuesta a tolerar. Pero su coraje de pacotilla se encargó de asegurarle
que antes acabaría con ella el azúcar de
los bollos que se sucedían con frenesí mientras devoraba la telenovela. Merosio
en cambio iba relajándose con el devenir de los acontecimientos. Incluso le
parecía gratificante que el chaval hubiera encontrado una meta en la vida y
pusiera en ello tanto empeño. Vale, además de mariposón era una criatura
excéntrica. Pero parecía feliz y no necesitar mucho de su atención, así que
aceptamos Belugo como
animal de compañía. Llegó un día en el que las performances santeras eran la
baguette de cada día. Así que Manoli acabó por aceptar la situación. Le cosió una túnica,
le compró un estuche de cirios y le ayudó a construir un altarcito con legos.
Sin querer la había cagado porque en el empeño de tener a la criatura callada
sincronizó emocionalmente con ella. Fue entonces cuando Belugo decidió no
morirse más durante las navidades. Se aprendió el himno de la internacional y
decidió hacerse libertaria. “Ya no toca hijo… ya no…”- le sonrió su madre a la
que eso de “rojo y maricón” ya le parecía más contemporáneo y… natural.
Yo quiero tomar de eso que tomas tú. Si no tiene efectos secundarios a largo plazo.
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