El gato con gotas está deprimido. El gato con gotas vive en el 221B de Baker Street “porque es muy fashion” , aunque para pagar el titánico alquiler tenga que vender sus bolas de pelo en el mercado negro. Vive ahí desde que Sherlock Holmes se mudó a Cremona a esnifar barniz para violines: “ mi lógica ya no tiene sentido en este mundo al revés, además de que Watson me ha puesto los cuernos y se ha ido a Los Angeles a substituir a House en la décima temporada…”. El gato con gotas es adicto al colirio. Le sobrevino una conjuntivitis crónica después de haber estado haciendo macramé 78 horas seguidas en la cola del paro. Con la crisis el hijo del molinero lo despidió como asesor y ahora no tiene para lentillas, ni para botas, ni para ir de gatas pardas. En el hospital coincidió con José Padilla, el torero que se quedó tuerto en una corrida. Afortunadamente Marjorie, la enfermera pechugona , prefirió atender antes al lindo gatito de ojos vidriosos que al tureleto de las mallas: “Siempre puede hacer de extra en los piratas del caribe…” . El gato con gotas vendió su nombre (Marramiau) en Ebay a cambio de un lote de whiskas. Estuvo comiendo del lote tres meses, luego diseñó una lámpara-portaretratos-mesa-camilla con las latas y vendió los derechos a Ikea. Los nórdicos saturaron el stock de la lámpara Gatujën en menos que canta un gallo. Con la pasta, el gato con gotas, ya irremediablemente deprimido y exento de lógica financiera, llenó el apartamento de colirios y se compró una blackberry sin probarla. El gato con gotas se quedó sin uñas de tanto usar “ese jodido teclado diseñado para gente pequeña con cinco meñiques”. Hace poco la blackberry se quedó colgada 12 horas y fue la gota que colmó el vaso de la depresión del gato con gotas, que será muy mono y muy listo pero es tan adicto a la tecnología, a la ropa de marca y al puñetero colirio que está apollardao perdido y le hace falta irse un mes al cuerno de África a saber lo que es pasarlas putas.. En un mundo paralelo, como el de “Fringe”, hay otro gato. Con botas en vez de gotas. Ese otro gato tuvo mejor suerte o lubricó mejor sus conexiones neuronales y acabó haciendo pelis donde Antonio Banderas lo doblaba del gatunés al inglés. A este gato Errol Flynn le enseñó a manejar la espada y a tocar el piano con la pilila. Así que el gato con botas, sin blackberry, ni strawberries, ni colirios vive la mar de feliz y disfruta cada noche de todas las gatas pardas que le apetecen: RrrrrRrrrrr…..
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