Juarzán de la Selva, el eslabón perdido. |
Marian de los bosques es la mujer barbuda que preside El país del Dedillo. En dicho paraje todo se escoge apuntando con el índice: los presis, los mandatarios, los reyes, los jefotes de las petroleras y los que manejan el cotarro del Monopoly. Después se les pone un despacho “Molämakuzen” de Ikea y se meten el dedillo por doquier durante el resto de su carrera. Para que los campesinos del feudo no sospechen del tinglado se organizan cada cuatro años los J.O.D.E.N (Juegos Olímpicos Democráticos Nacionales) donde acuden todos los campesinos a votar. Allí se reparten porras, pestiños, barricas de tempranillo y una vez ebrios escogen con la lógica de un algarrobo al gladiador que capitanee al pueblo. La última “elegida” tras la gran borrachera fue Marian. La doncella barbuda llevaba presentándose a los Juegos desde que le vino la regla y ganó por cansina. Marian es una chica Marvel, de las que piensan que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” así que engrasa y pule su dedo cada mañana, después de la queimada y las tostadas con foie de paquidermo. Ella creía ilusionada que su trabajo se basaría en recortar los setos del jardín y garabatear pergaminos con leyes absurdas. Pero no fue así. También tenía la ardua misión de encontrar el eslabón perdido, el origen de la genética finger para que la raza no se extinguiera y “el país, aunque muerto de hambre, viviera eternamente”. Una noche de insomnio en la que Marian se contorneaba como una croqueta en su Lo Monaco Deluxe sucedió algo extraño. Se incorporó húmeda del lecho, su picardías de macramé dejaba entrever una silueta velluda, jamona. Marian jadeaba al ritmo de la macarena aún estar totalmente sleepy hollow. Sonámbula perdida se dirigió hacia el bosque guiada por luciérnagas patrocinadas por Endesa. Marian paró a los pies de una guarida que olía a Gargamel. Dentro algo se cocía:
“Faabaadaaa”. Arrimada a una estufa de butano, una bruja liliputiense con mostacho hitleriano fruncía el ceño tras un cuadernillo del “Open English”: “mire usté- le dijo la bruja- siéntese y escuche mis órdenes”. “Sí, bwana”- acató Marian temerosa de la sabandija pigmea. “Mañana al amanecer partirás hacia Africa. Allí encontrarás lo que buscas”.A los tres días Marian andaba a machetazo limpio por la sabana del Kalahari guiada por tres porteadores . Durante ese tiempo se percató de algo misterioso: aún no había visto ni un solo animal salvaje. Tan sólo una hiena mellada girando sobre sí misma y gritando “Juarzán, Juarzán”! Marian le comentó el hecho a Mugumbu, el porteador menos negro (los otros le daban canguele): “Where están los animals? Onkawa!”- luego se golpeó los pechos chillando como un chimpancé alfa. Mugumbu le dijó en perfecto british que era una taruga maleducada y que a ver si veía más documentales de la 2. Marian no lo entendió, pero sí pilló su rostro aterrado cuando pronunció “Juarzán”. Mugumbu , que había estado de colonias en las Alpujarras y chapurreaba castellano, intentó hacerse entender: “Gran Moñiga Blanca Salvaje matar animales. Peligro de Muerte! Onkawa!”- y luego sobeteó los pechos de Marian mientras se partía el ojete. A Marian no le importó porque en el fondo Mugumbu la ponía becerra pero por primera vez en su vida tenía…miedo. A medianoche seguía despierta arrimada a la hoguera y a su colacao. No se escuchaban coyotes, ni lechuzas, ni la voz en off de Felix Rodríguez de la Fuente. Sólo los ronquidos de los porteadores. Suddenly se oyeron disparos. Marian se armó de valor y con una braga-faja envuelta en un palo fabricó una antorcha que ya quisiera haber patentado McGyver. Avanzó patizamba en la oscuridad y no tardó en divisar a un gigantesco elefante que se desplomaba en el suelo. Sobre él saltaba un salvaje semidesnudo armado con una escopeta: “Ya eres mío Dumbo!”. En ese mismo instante, al otro lado del Atlántico, la cabeza criogenizada de Walt Disney exhalaba su último suspiro: “Joputaaa”. Marian lo supo enseguida, ese salvaje, medio mono-medio hombre, era lo que andaba buscando, la esencia del País del Dedillo, el futuro de la nación. Empuñando la faja-antorcha se dirigió hacia él y lo bajó del animal muerto estirándole de las pempas: “qué te tengo dicho?!”- Juarzán de la Selva no entendía nada- A partir de ahora vas a representar a todo un país! No puedes andar vestido con ese tanga de cebra que apenas te cubre la trompa! Pide perdón!”. Juarzán estuvo a punto de cargarse a Marian de un escopetazo, pero vio su futuro de majarajá reflejado en sus gafotas : yates, animales de otras especies, arsenales de armas, titis buenorras… Así que se sacó una blackberry del taparrabos y twitteó un escueto discurso: “Lo siento, me he equivocado. No volverá a ocurrir”. Marian asintió satisfecha y con dos palmaditas le susurró a la oreja: “No te preocupes Juarzán. Lo malo ya ha pasado. La civilización te espera y es maravillosa…”. “Si, bwana”- y Juarzán agachó la mollera mientras un Lorenzo avergonzado se fundía a lo tranchete en el horizonte.
Dedico este post al elefante muerto en Botswana. A él las excusas del Borbón le siguen pareciendo insuficientes...
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