Thursday, January 19, 2012

El Matapepes

Corre la ley… corre la ley…enda, corre tan rápido la jodía que parece verdad. Corre la leyenda de la existencia de una  criatura llamada el Matapepes. Mamífero de  rara mezcolanza:  medio murciélago, medio pez-martillo, de inteligencia esculpida por cromosomas alienígenas, merodeador de alcantarillas, chupador de sangre pepera y que ahora la muchedumbre borrega pretende borrar del mapa a brochazos de tippex ponzoñoso. Corre la leyenda que el Matapepes vive en un mundo al revés donde se ensalzan los mojones con pedrería swarowski y se tiran al retrete las buenas intenciones. Todo ocurrió en una noche parda y oscura como el culo de un hiena. El Matapepes se repeina los mechones plateados. Hace días que no come. Más concretamente desde la muerte del Fragantosaurius.  Tras el viejuno perecer del icono antediluviano  no hay pepe que echarse a la boca. Todos emigraron a la Party Funeral donde por tres días estarán rezándole al Cristo De La Tostada por el alma del líder perdido: “el pan tostado nuestro de cada día, Dios lo tenga en la gloria…”. Dios es listo y se lo facturó como exceso de equipaje al “Calderas”, que tampoco es lerdo y hace business de cualquier mierda: “con este, Frasquete y Pinochete ya tengo medio equipo olímpico de mus: me voy a forrar!”.
Down on Earth, las comisuras del Matapepes compiten con las del perro de Paulov: necesita comer o pasará a ser un cromo de Paninni para los del National Geographic. Arranca a husmear, chapotea las cloacas con sus pezuñas de calibre “massimo dutti” con la esperanza de encontrar al menos un aperitivo: aunque sea un perperecho. Y es eso lo que a escasos metros encuentra: un perperecho portugués, entretenido en patear a una nutria desnutrida que se le ha cruzado por el camino. El perperecho portugués es feo como el demonio pero de alto nivel energético y te deja un regustillo dulce como el merengue:  “me lo zamparé sin mirarle a la cara”-piensa el Matapepes que acto seguido lo atonta con el martillo, lo bautiza con gotitas de limón,  succiona y escupe las paletillas. La nutria se enamora de esa bestia salvadora y no tarda en tatuarse un “I love you Baltasar” en los pechitos. El subidón de proteína le dura al Matapepes el suspiro de un calcetín: necesita más! Así que chapotea y chapotea y cuando lleva media red de alcantarillado olfateada escucha un ruido. Se detiene. El radar de las pempas se activa y localiza el origen: un grupo de Gürtels  merodea un contenedor (Gürtel: sub-especie de los Fraguel pero que van vestidos del todo y engominaos): “llegó la hora de la cena” – y el Matapepes se relame satisfecho.
En el cuento el Matapepes se come a los Gürtels: los sazona con ajoaceite, los apollarda con el martillo y saborea la carne corrupta lentamente. Luego escupe los trajes. Pero claro: es un cuento. O una leyenda.: la leyenda del Matapepes y el mundo al revés.





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