Friday, March 30, 2012

Pikete & Chorizo, delincuentes muy castizos

 

Chorizo buscando "curro"
 Me llamo Rizo, Cho-Rizo y soy tu embutido ideal”- a continuación se hace un caracolillo con la cuerda mientras se abanica con la etiqueta “made in Burgos”. De fondo María del Monte se agarra a la cintura de la Pantoja a la sombra de los pinos. Así se presentaba Chorizo,  aspirante a directivo de una multinacional, presidente de partido  o “lo que surja”,  en su video-curriculum fantasmoplástico,  maquillado con  photoshop fosforescente y fanfarronería multimedia. El documento está ahora en manos de Scotland Yard encajonado en una caja , dentro de una caja, dentro de una jaula de grillos en forma de caja que pone top secret .  Su padre, Escalope de Pega,  fue un gorrino inteligente: formulador de axiomas marcianos,  finalista en tres concursos de aritmética  y dramaturgo ocasional. Acabó abierto de la A a la Z y reciclado en cantimpalos y cinco jotas.  Pero la genetic factory  de Chori sólo pudo copiar maltrechamente pequeños estigmas como la flatulencia incontrolada o el amor por el reboce en barro caliente. Era un chorizo vulgaris con pullover de cocodrilo. Aún así poseía la justa dosis de pimentón y ajo como para que su astucia maquillara aceptablemente su mediocridad. Chorizo esperaba de la vida lo que espera todo hijo de puerco: que los demás lo mantengan y vivir bastante del cuento. Dada su condición chupóptera camuflaba su aspecto rojizo con un disfraz de morcilla murciana . Al igual que Dexter, llevaba una doble vida: el Chorizo diurno servía rosquillas en un “Ranking Donuts”, por las nights cometía los crímenes más espeluznantes jamás vistos en televisión. Chorizo cargaba a sus espaldas una ristra de mentiras, chantajes, delitos fiscales, abuso de poder y corrupciones a gogó. Sus dotes de manipulación eran tales que sus víctimas sucumbían sin resistencia a su hechizo ibérico. Después de haberles dejado secas como la mojama fallecían irremediablemente de triquinosis y sus restos, embolsados y precintados, acababan en el fondo del Tajo ( que el día que se quede seco los portugueses van a flipar). Pronto su camino se cruzaría con Pikete y juntos se verían metidos en un glutinoso potaje.

Pikete en plena jornada laboral
Pikete era un ceporro con cerebro muy okupa-do. No tenía pedigree ni se andaba con dobleces. Era una alimaña virulenta sin control que necesitaba de la piromanía para gustar de una buena erección: el mejunje mechero-container lo ponían más horny  que tres cajas de viagra con jalapeños.  Ambas perlas del caribe se toparon la mañana en la que Pikete atracó un puesto de rosquillas: “ponme tres cajas de Strawberry Surprise y dos más de Frosted Chocolate o te quemo las papeleras!!”- prorrumpió a lo D’Artagnan blandiendo unas cerillas. Chorizo le dio todo lo que pedía y un teléfono apuntado en el reverso de una de las cajas: “Call me baby, xxx”. Y así fue como nació un tándem criminal dispuesto a batir todos los récords. Con la astucia de Chorizo y la pezuña ejecutora de Pikete no existía en el mundo Batman & Robin que pudiera ponerles fin. Durante lustros la ola de crímenes fue imparable e intermitente para combinar el trabajo con descansos en Barhein donde Chorizo se hinchaba a bollos y masajes en las fiestas del cordero que organizaba el Califa de turno. Pikete aprovechaba para sacarse la ESO y afinar la flauta. Someday over the rainbown la policía macarrónica los detuvo con ayuda de gases cebolleros.  Chorizo se camuflaba como sindicalista manco en una “mani” mientras Pikete graffiteaba sin faltas en un Stradivarius: “la talla treinta y cuatro me aprieta el anfiteatro”. En el programa de Ana Rosa les dedicaron un reportaje con musiquilla de capítulo de Jessica Fletcher. Sus crímenes se siguen investigando porque no dejan de salirles imitadores. “Son el Fast Food del crimen organizado…-declaró el inspector Mondongo, royendo una blackberry con claros signos de estrés post-horas extras- habrá que llamar a los cazafantasmas…”.
 

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